lunes, 3 de junio de 2013

Y al séptimo año resucitó


Aviso: Esta entrada va de la cuarta de Arrested Development. Así que si encontráis algún spoiler no digáis que no os lo advertí.

A pesar de las dos noticias de las que os hablábamos el sábado, el evento seriéfilo de esta semana ha sido la resurrección, a través de Netflix, de una de las comedias de culto de la década pasada. Siete años después de echar el telón a tres alocadas temporadas, el servicio de contenidos online nos traía el domingo pasado 15 capítulos de media hora cada uno con los que poner el punto y final, salvo que se concrete el siempre rumoreado paso a la gran pantalla, a las andanzas de la familia Bluth.

Desde el primer momento, Arrested buscó ser una serie diferente, con un humor diferente y hasta "complicado" para lo que es habitual en televisión. Un humor que huye de la broma fácil y que exige que para captar algunos de sus chistes haya que revisionarla en más de una ocasión. En este sentido, es una serie que se hace más fácil con el paso del tiempo y con los revisionados se vuelve muy agradecida.

Por eso, hay que reconocer que Arrested Development es una muy buena serie de comedia pero que, al mismo tiempo, es una serie algo difícil de ver. Básicamente, tiene un humor muy particular que no es capaz de llegar a todo el mundo y, aunque no es una serie tan de nicho como puede ser Community, tienen mucho en común a este respecto. Por eso es fácil encontrarse con gente que te dice que no la ha visto porque lo que ha visto no le ha gustado.

Por otra parte, Arrested Development es una serie muy meta y autorreferencial en el que el principal argumento cómico son, llegado un momento, no ya el carácter altamente disfuncional de todos y cada uno de los miembros de la familia protagonista sino los "running gags" que se van retomando a lo largo de la gran mayoría de los episodios.

Todo eso se da cita en una cuarta temporada plagada de cameos y estrellas invitadas (John Slattery, John Krasinsky, Kirsten Wiig, Isla Fisher, Dan Harmon...), tal y como es marca de la casa. A esto se le suma que la necesidad de cuadrar agendas ha obligado a su creador Michael Hurwitz a innovar una vez más en la forma de contar la serie.

Esta vez se nos presenta como las historias separadas de los distintos miembros de la familia con capítulos dedicados prácticamente en exclusividad a un personaje en concreto. Esto hace que la serie se pueda ver en un orden más o menos libre (aunque tampoco demasiado). En la parte negativa, debido a la intensidad y a la disfuncionalidad de los protagonistas, los capítulos puedan llegar a ser bastante saturantes por momentos y algunas escenas no estén realmente a la altura.

Otra característica que tiene el nuevo formato es que, te lo tomes en plan atracón, como hicieron muchos, o raciones los episodios, consigue que la temporada se haga realmente divertida una vez has visto todos los puntos de vista y las distintas líneas argumentales se van haciendo más claras. Como era habitual – ya lo decía antes – el primer visionado de la temporada no es, quizás, el más agradecido, sino que el alto grado de autorreferencialidad de esta tacada de episodios favorece, sobre todo, el volver a ella.

Por eso, como conclusión y como ya se preveía, la cuarta temporada de Arrested Development no se ha conformado con resucitar vanamente a los personajes sino que ha buscado seguir abriendo caminos. Como contra partida, la serie se vuelve tan meta que posiblemente no sea apta más que para los fans más fans. Y el listón estaba tan alto – sobre todo el poder de siete años en internet a la hora de mitificar algo – que es normal que no todo el mundo esté satisfecho con el resultado final.

Yo lo estoy, pero con mis peros.

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