miércoles, 20 de noviembre de 2013

Yo también creí que era un biopic de Houdini


Disclaimer: Aunque parezca imposible, esta semana hablaremos (procuraremos hablar) de más cosas que del inminente aniversario de Doctor Who. Pero eso no quiere decir que no nos tomemos un momento para recordaros que estamos en plena #SemanaWhovian y que podéis participar en nuestro concurso por una marioneta de un Cyberman cortesía de Tween Draken Creatures.

Aviso para navegantes: Esta entrada va sobre la miniserie de la BBC The Escape Artist. Evidentemente, contiene spoilers, así que si no la has visto, corre a verla antes de nada, porque no sabes lo que te estás perdiendo. Y luego vuelve, léenos, y danos tu opinión.

Cuenta la leyenda que David Tennant realiza otros papeles en el mundo de la televisión, el teatro y el cine más allá de encarnar al Décimo Doctor en Doctor Who. Últimamente lo hemos visto en Broadchurch, en cuyo remake americano lo volveremos a ver, y en varias miniseries de la BBC como Spies of Warsaw y The Politician's Husband. Y lo hemos escuchado también poniendo su voz en distintos proyectos de animación.

Hoy toca hablar de su último proyecto más allá de la serie de ciencia ficción que está llenando las líneas de este blog esta semana (no sé si os habéis dado cuenta): la maravillosa The Escape Artist, cuyos tres capítulos emitió la BBC entre el 29 de Octubre y el 12 de este mes. Al ver el título, yo, como muchos, creí que se trataría de un biopic de Houdini o algo por el estilo. Resulta que no, que era algo mucho más interesante.

En The Escape Artist, Tennant encarna a Will Burton, un exitoso "barrister" escocés afincado en Londres con un inmaculado record de casos ganados, gracias a su talento para encontrar. El último caso de esta racha ganadora del letrado es el de Liam Foyle (Toby Kebbell, a quien conocemos por el 1x03 de Black Mirror), acusado de un asesinato de gran impacto social. En la primera conversación que vemos mantener a ambos salta a la vista algo: Foyle es un loco peligroso. Pero la obligación profesional y legal de Burton es hacer todo lo posible para que el tribunal lo ponga en libertad.

Nunca le lleves la contraria a un psicópata.
En este sentido, el primer capítulo de este legal, es como una serie de abogados más. Bueno, no como una más: como una gran serie de abogados. Al final, el abogado logra encontrar una laguna legal que le ayuda a declarar un juicio nulo y, por tanto, a evitar que su defendido se enfrente a la pena que a todas luces merece. Y aquí es cuando entra el dilema: Burton sabe que Foyle es culpable y odia haber ayudado libertad. Todos estos sentimientos se hacen perceptibles cuando comete el mayor error de su vida (al menos hasta entonces): negarse a darle la mano.

Esta escena supone el verdadero punto de inflexión de la serie, cuando pasa de ser un mero drama legal a ser algo mucho más allá, pese a mantener la apariencia de seguir siéndolo. No es bueno nunca hacerle un desplante a un psicópata, y Will Burton no tardará en aprenderlo. Porque Foyle no se conformará con presentar una queja formal ante el organismo competente, sino que su venganza consistirá en destrozar completamente la vida de su abogado asesinando a su esposa.

Así, la segunda parte del thriller trae a primer plano a Maggie Gardner (Sophie Okonedo, Liz Ten en Doctor Who), a quien el primer episodio había presentado como la gran rival profesional de Burton y la nº 2 en el ranking de "barristers". Ella será la encargada de presentar el caso de Foyle ante el tribunal. Aunque Burton, a hurtadillas, colabora con su firma de abogados (que actúa como fiscalía), Gardner es capaz de argumentar a favor de su cliente una triquiñuela legal para declararlo inocente.

Al comienzo de la entrega final de la miniserie, el homicida vuelve a quedar libre. Es en ese momento cuando un Burton destrozado decide que debe hacer frente al asesino de su mujer. El encuentro entre ambos, en la Escocia natal del protagonista, resulta en la muerte de Foyle y en que ahora deba ser el personaje de Tennant el que se enfrente a cargos de asesinato frente a un tribunal escocés, donde las leyes procesales son, como se empeñan en demostrarnos en la serie, significativamente distintas a las de un tribunal inglés.

Un especialista haciendo su trabajo.
A todas luces, la muerte de Liam Foyle parece la desafortunada consecuencia de una serie de casualidades encontradas. El karma tomándose la venganza, diríamos. Y, aunque un ojo avezado podría entrever que el caso es otro, la gran virtud de este último avance argumental de la trama es, precisamente, hacernos ver que esto es así: un accidente. Sí, el héroe había buscado tomarse la justicia por su mano pero al final se había arrepentido, aunque demasiado tarde.

Maggie Gardner es, sin embargo, capaz de ver más allá de las apariencias y descubrir el complot que se esconde tras toda esa serie de desgraciadas casualidades. Y, así desentraña el crimen perfecto que ha tramado un especialista en torcer la ley para conseguir sus propósitos. Averigua que la serie de coincidencias no son tales, sino simplemente son parte de un elaborado plan basado en todo el conocimiento previo que Burton había adquirido de su objetivo y que sólo tenía un punto ciego. O al menos eso creía Gardner, porque el abogado interpretado por Tennant había calculado hasta ese más mínimo detalle y, consecuentemente, consiguió quedar libre. Una de las frases finales de toda la miniserie, escuchada de boca de uno de los periodistas cubriendo el jucio a Burton, demuestra hasta qué punto tenía todo controlado, pues se pregunta si el veredicto hubiera sido el mismo en una corte inglesa.

The Escape Artist contiene una profunda crítica al sistema judicial que no es realmente una crítica en sí, sino la puesta de manifiesto de la vulnerabilidad del sistema en manos de aquellos que lo conocen. Un tema que es recurrente en este tipo de dramas legales y que David Wolsencroft (creador y guionista de la miniserie) decide llevar al extremo en su narración.

Pero también va más allá, pues también supone una reflexión de los límites del ser humano, de hasta qué punto está dispuesto a llegar para encontrar justicia. The Escape Artist es, primeramente y ante todo, una historia de venganza disfrazada de "serie de abogados"y nos quiere contar la historia de cómo una desgracia puede alterar todo el sistema de valores de una persona, una familia, un grupo social y justificar lo a priori justificable. La escena final, con la madre de Burton escondiendo su placa de alergia (un epipen cargado de la sustancia a la que Foyle es alérgico es el arma usada por el abogado) es realmente reveladora.

La desolación que lleva a la venganza.
Más allá de su contenido, la gran virtud que tiene la miniserie es la forma de presentarlo. El ritmo narrativo es el adecuado, ni demasiado frenético como para que uno no se entere del asunto, ni demasiado lento como para aburrir y no enganchar al espectador. Es capaz de meterlo dentro de la narración y crearle una importante sensación de angustia a través, especialmente, de Liam Foyle, que es un perfecto y total psicópata.

En este sentido, juega un gran papel no sólo la dirección de Brian Welsh, sino la actuación del trío protagonista – especialmente de Kebbell, que está perfecto en su papel de sociópata – y de los secundarios, muchos conocidos de otras producciones inglesas (Kate Dickie, Tony Gardner, Ashley Jensen...).

En resumen, The Escape Artist es una pequeña maravilla de thriller que no te deberías perder.

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