martes, 17 de diciembre de 2013

Con Homeland se nos rompió el amor de tanto usarlo


Aviso para navegantes: Esta entrada hace un repaso por la tercera temporada de Homeland, con potenciales spoilers (aunque no explícitos) de la serie si no la llevas al día, incluida la Season Finale que emitió este domingo por la noche Showtime.

Hace un par de años, cuando llegó a las pantallas de televisión, Homeland se convirtió en todo un fenómeno. Y con razón: sus defectos (que los tenía) se disimulaban perfectamente gracias a una trama muy potente y a unas interpretaciones magistrales, especialmente de su dúo protagonista, Claire Daines y Damien Lewis. Y Mandy Patinkin, por descontado. Pero ya en aquel momento, le podéis preguntar a Ainhoa de Capítulos en FF si no me creéis, me preguntaba si realmente la serie tenía recorrido argumental para resistir en pantalla más allá de aquel año. 

No es que la serie fuera mala, todo lo contrario. Pero hay veces que una serie, por buena que sea y buena audiencia que tenga, es mejor que se quede en una magnífica temporada en lugar de alargar de una forma más o menos injustificada el cuento y correr el riesgo de estirar demasiado la goma y que se rompa. Ejemplos los hemos tenido a mares, también últimamente: Prison Break o Heroes se convirtieron en auténticos pufos a pesar de sus buenas primeras temporadas; Lights Out!, Rubicon o Terriers se quedaron (involuntariamente) en sólo una temporada deliciosa que las ha convertido casi en "mitos".
Pero los creadores de Homeland decidieron intentar demostrarnos que no, que la serie tenía recorrido, y nos dejaron un final abierto en la primera temporada. Ese fue el principio del problema, pero el romance entre historia y espectador estaba aún en su fase más ardiente. Así que la segunda temporada fue capaz de sobrevivir, pese a su notable descenso en calidad, al ojo de la crítica. No así con esta tercera temporada, en la que la goma acabó por romperse.

No nos engañemos, lo que se le critica a esta última tanda, los giros de guión, los artificios argumentales, las licencias narrativas... ya estaban ahí en la primera y segunda temporada. Simplemente no los veíamos o no los queríamos ver. Es cierto, el "engaño" que nos hicieron en esta temporada fue más burdo, más fuerte, peor realizado... como le queramos llamar. Pero estaba dentro de las reglas del juego que nos habían propuesto ya desde un primer momento. Al fin y al cabo, estamos en un spy-fi, el juego de apariencias es inherente al género.

En el global, decir que esta temporada es mala sería injusto. Porque el discutible inicio fue un mal necesario[1] de cara a encauzar un final a la altura. Sí hay que decir que el cambio a mejor llegó tarde, cuando la desconfianza por parte de la audiencia hacía mirar con recelo cualquier avance en la trama. Posiblemente, si esta tercera temporada hubiera sido la segunda, todo sería diferente y Homeland estaría aún en el olimpo televisivo.

Porque el final "valiente" de esta tercera temporada, el que se produce 20 minutos antes de terminar el episodio con paja sentimentaloide – y posiblemente necesaria, no lo vamos a discutir –, es algo que llega con un año de retraso. Era imprescindible si la serie quería avanzar, pero llega – por repetirlo que no quede – tarde. Ese es el verdadero problema de la tercera temporada: que ha llegado tarde. 

El idilio de Homeland con su audiencia se había enfriado. Lo que antes se perdonaba, ya no se perdona, porque nos hemos acostumbrado a los fuegos de artificio y hemos comenzado a ver lo que había detrás de ellos. Y lo que había, no nos ha terminado de convencer. La reacción de gran parte de la audiencia puede haber sido excesiva, pero quizás es que las expectativas estaban tan altas que la realidad ha sido un bofetón aún más fuerte. Al final, como diría la más grande, «se nos rompió el amor de tanto usarlo».




[1] Excepto el tercer capítulo, que sólo se justifica como fanservice, pero que era totalmente innecesario e, incluso, contraproducente, para qué nos vamos a engañar. El tema de Brody en Caracas queda suficientemente explicado en las interacciones posteriores y convierte a "Tower of David" en un absoluto malgasto de tiempo narrativo.

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